
Diario de viajes y de lectura, cuaderno de memorias, lista de los deseos, espacio para el desahogo y otros etcéteras. Sobre todo, una reconstrucción de equívocos.
sábado, 18 de julio de 2009
Ave de mal agüero

martes, 7 de julio de 2009
La casa de uno
el suelo blando que sostuvo antes
la torpeza de los pasos.
El cuerpo es el cofre y sus cerraduras todas,
la casa trasatlántico,
roca en la mar a salvo de naufragios.
En el bolsillo junto a la arteria femoral
la contraseña de un cerrojo,
abracadabra de un puerto a buen resguardo.
Personas y plantas y libros y cuadros,
ladrillos de argamasas invisibles
abrazados en desorden erigen las cimientes.
Memorias lo mismo de álbumes de fotos desgajadas,
tristes días de luto, adultos plenos de gozo,
días de reyes magos, portazos como aplausos.
La casa de uno es un desplegarse de alas
de las cosas rancias
recién sacadas de un celofán perpetuo
la ropa antigua de nuevo remendada,
el lustre de los zapatos.
Yo me traje una silla hacia una esquina de la casa,
la misma casa y cuna de otros tiempos
que no veré sino en el sueño más profundo.
Me hice a un lado, dejé que los objetos se saludaran,
se dieran la bienvenida.
A sus anchas invadieron los espacios.
Pronto han puesto la mar sobre el desierto,
tendido las camas, lavado los platos.
Pronto colocaron nostalgias en las cortinas
y la luz se traspasa por un filtro de añoranzas.
Flota la casa.
Levantado el ancla de su herrumbre,
navegamos...
lunes, 6 de julio de 2009
Nosotros
Permítanme explicar entonces: Yo soy seis hermanos. Formamos parte de esta familia sui generis. Nuestra madre murió cuando la hija tercera tenía cinco años. Los otros tres, por alguna extraña herencia, se gestaron así en mi matriz de feto.
Hoy tengo veintiséis y a los tres siguientes los llevo dormidos en la esquina de un ovario. Físicamente soy una sola, pero llevo la voz de todos, al menos tengo un poco de privilegio en eso. Emocionalmente, y para el colectivo, encima de mí caen las faltas de los otros cinco, a mí me piden todas las explicaciones: si el mayor ni se ha casado, a sus veintiséis, si la más pequeña no ha equivocado el buen camino, o será de aquél la vocación correcta. Así que como digo: soy Yo también quien escribe esto por ellos, no sé si para hacerle justicia a sus méritos o si es para exonerarlos.
Éstos son, uno a uno, mis hermanos.
[...]
Mauricio tiene los ojos lindos, ojos sensatos. Tiene toda la cordura del mundo, toda la experiencia que puede pedírsele a un niño, la que puede pedírsele a un hombre maduro o a un anciano. Mauricio es hermoso, su cabello negro y ondulado nos gusta a todos, y ese rizo que se pega a su sien izquierda y él insiste en ahuyentar. Mauricio es el primogénito, el consentido de papá.
También a veces lo odiamos, otras nos enorgullecemos. Con él nunca se sabe, lo mismo nos vigila como presintiendo todos nuestros movimientos y nos acosa, y nos censura, que nos alienta; nos mete el hombro. Solemos ocultarnos detrás de su espalda en el peligro y al día siguiente formamos la resistencia en su contra, lo traicionamos y solicitamos su auxilio con la misma fugacidad y prácticamente sin remordimientos.
Xalapa, Veracruz, 6 de febrero, 2001
De un cuaderno que ni siabía que andaba rodando por ahi, relato a retazos y por entregas.
sábado, 4 de julio de 2009
Una mañana y su devenir
Anoche antes de dormirme leía un artículo de Juan José Millás, de la colección que publicó Aguilar y El País a partir de sus colaboraciones en ese diario. El libro en cuestión es Algo que te concierne. Ya les mando en breve un par de textos de ahí que son para morirse de risa, o para antes de dormir (no es que aburran). No quiero decir nada malo de Millás, a quien conozcopoco como para meterme con él, pero está bien para los últimos 20 minutos de conciencia antes del sueño. Lo digo porque últimamente estoy con Pessoa y no hay manera de parar, en nada son las tres de la mañana.
Decía Millás en alguno de esos textos que en un día un ser humano tiene miles de ideas, un bombardeo terrible, pero que al final solo se decide por un par, por salud, por practicidad y por sentido de realidad. Irremediablemente vino a mí la voz de Angélica y de René diciéndome “¡Para de pensar!, pensar, pensar, pensar, todo el tiempo pensar…” ¿Y cómo se hace?
Hoy al despertar decidí obedecer a mis ideas o atenderlas o al menos responder a algunas y ha sido la misión más imposible nunca antes emprendida por mí, el asunto es que son apenas las 2.28 pm y ¡renuncio!, aun así no pocas cosas buenas salieron del intento. Las ideas así se sucedieron: ah preguntarle a René sobre la pintura de la casa nueva; por cierto ese libro que estoy viendo desde la cama, quiero leer un poco tan solo; voy a poner la lavadora; tomaré un licui ahora mismo; qué ropa me pondré, el celular se descargó, debo ajustar las medidas del catálogo, ¿hay sol?; un verso “una voz traspuesta de vergüenza…”, pero anoche debí escribir los versos que pensé, cómo eran? No debo olvidar los correos pendientes; me gustaría leer esta tarde un poco más a Segovia, ya casi acabo el Cancionero de Pessoa, pinche vecinito y su escándalo de anoche; ¿cómo le irá a Nabor hoy con el retiro del clavo en su huesito?, ¡joder cómo pude perder los versos que escribí para él en el avión, no los perdí, sabrá dios dónde los puse; ¡ostias a propósito de avión, debo depositar el importe del de Saulo hoy mismo!; sí que tengo chingada la muñeca, me duele un friego, ¿qué día me tocaba la regla?; voy a transcribir el texto de Algo que te concierne para los cuates, un tema bonito ese, lo que digo: que algo siempre se está gestando, el accidente de la vida que te espera… debería retomar ese textito, ¿dónde está, en mi metaficción?, me gustaría escribir un poema con otro tono, me parece que ahí fui muy pesimista, debo releerlo; este fin de semana leeré lo de Marías también, pero tengo entre ceja y ceja a Bolaño, esta noche termino de releer Los años falsos de Vicens, enviaré a la editora mi reseña; propondré dos poemas para publicar en Contrapunto. No estaría mal enviar también lo de Benjamín sobre Marías, le preguntaré, no se opondrá. Debo consultar lo del traspaso de la línea del teléfono y el cable.
Todo esto mientras bajaba la escalera para el licui. De aquellos segundos me quedé con una idea por encima de todas: Bolaño; me pasa algo tan extraño con él, lamento tanto tu muerte, de una manera extravagante porque en realidad cualquier muerte de cualquier talento es lamentable pero es que lo de Bolaño cuando lo pienso me entristece de verdad, como de un amigo querido a quien uno extraña tanto, de quien revisita sus fotos y sus cartas y de pronto te enteras que ha muerto lejos y no asististe al sepelio, ni siquiera ese consuelo te queda.
Así que leo a Bolaño y me emociona, de pronto tuve ganas de verlo hablar, bendito YouTube, busqué una entrevista, encontré una muy larga e interesante dividida en varias partes y en una de esas partes menciona a Los detectives salvajes, cuyo protagonista, Ulises Lima, está basado en el poeta mexicano Mario Santiago, o más bien se trata expresamente de él. Santiago murió también no hace mucho, busqué un artículo sobre Santiago, encontré uno escrito por Villoro que más tarde compartiré con ustedes.
En fin, este es el devenir de una mañana cualquiera, la ropa está en el tendedero, sí salió el sol, el licui fue un licui profesional, estoy vestida, tengo claro lo que haré con el catálogo que diseño, ya está lo del teléfono y el cable, he puesto todos los mails, y el resto del día mientras el trajín siga seguiré pensando en las palabras de Bolaño y el gusto de escucharlo, tarde para mi, siempre a tiempo para él.
Será lo que dice Millás en “Horóscopo”, aunque no me entero aún y quizás pasen años todavía:
Algo que te concierne está sucediendo sin parar, aunque no sabes dónde. Quiza en la habitación de al lado, quizá en el otro extremo del autobús en el que te desplazas, tal vez en el vagón de metro, o en el coche que se ha parado junto a ti, en el semáforo, y cuyo conductor te ha lanzado una mirada de extrañeza. Algo que nos concierne se ha puesto en movimiento, puede que en un punto algo alejado de nosotros. Lo cierto es que en algún lugar ha empezado a formarse un tejido en el que se entrelazan los deseos, la desesperación, la felicidad o la desdicha de todos nosotros. Es un tejido que nos incluye, pero sobre cuya trama no tenemos ninguna influencia. Algo que nos concierne está sucediendo mientras recorremos las calles con el corazón destrozado por el amor o por la plusvalía. Algo inquietante está pasando ya en un bar cuyo nombre ignoramos, en un congreso de gente que habla en inglés, o quizá en italiano. Pero suena el despertador y tú te incorporas sobre la cama, sobre los sueños ya borrados, como todos los días. Te reconstruyes en cuestión de minutos, en cuestión de minutos reúnes los materiales que la noche dispersó, los ordenas, y el resultado es que vuelves a ser un individuo, como ayer, como el año que viene. Luego sales a trabajar disciplinadamente, a ganarte la vida, a relacionarte con tus contemporáneos. Te mueves como si no pasara nada, como si tu futuro fuera ajeno a lo que está sucediendo en algún sitio. El tejido sobre el que se desliza tu existencia es sólido, se pueden arrancar de él unos cuantos hilos, incluso el formado por ti, sin que la trama sufra alguna alteración. Tal vez lo que va a suceder está ya en el tu interior porque era ahí donde tenía que ocurrir. Pero aún no lo has visto, como no has visto al sujeto que se ha parado junto a ti, en el semáforo, con unas botas negras y la respiración ansiosa. Tal vez ese sujeto que no ves es tu hermano. O tu asesino.
lunes, 22 de junio de 2009
Verdadero nombre
Llamaré desierto al castillo que fuiste,
noche a tu voz y a tu rostro ausencia.
Cuando caigas en la tierra estéril
llamaré nada al rayo que te entrego.
Morir es un país que amas.
Viajo eternamente por tus caminos sombríos,
destruyo tu deseo, tu forma, tu memoria.
Soy tu enemigo y no tendré piedad.
Te llamaré guerra
tomándome contigo todas las libertades de la guerra
y tendré entre mis manos tu rostro marcado y oscuro
y en mi corazón ese país que ilumina la tormenta.
Traducción de Patricia Rivas
jueves, 18 de junio de 2009
Fruta negra
A Angélica Almanza Villegas
Todas las músicas que antes dormían en mi pecho
lejos de ti serán silencio, nostalgia de una playa.
Te nombraré de nuevo con otro alias cada día:
Aurora
Hoy no es mañana y ya tu voz se desboca en mi memoria
con sus días claros de verano.
Lejos de ti, Sirena, querré un mar breve
para ir en busca de tu aroma y de tu brisa.
Mía, fruta mía, porque abrí una puerta y te hallé
venía de otros espacios.
Tomé entonces la primera fila,
escuché el canto y decidí quedarme.
Mía porque no recuerdo un antes, pero sí un mañana.Martha Ordaz
lunes, 8 de junio de 2009
Sueño de azotea
De ellas uno se divorcia pronto y toma uno un día un avión, un barco o cualquier otra forma contundente de abandonarla para siempre, sin souvenirs de por medio, fotos de viaje ni nada que deje en nosotros una mínima muestra de nuestro paso por ellas.
Otras ciudades son más bien hostiles, incluso de una rudeza innecesaria; te muerden los talones a la menor provocación, te sacan ampollas en las plantas, te aniquilan en un dos por tres los pulmones y la presión arterial. No se puede domar esa naturaleza, o a veces sí, todo depende del humor en el que estén, de la suerte que te acompañe... Miento, esas son ciudades indomables, aunque la suerte te acompañe no tienes posibilidad de nada, sin tregua para nada ni para nadie y aun así tienen el encanto de las pasiones prohibidas, de los amores imposibles no exactamente por "imposibles" sino por absurdos, por provocarle a uno un deseo fuera de lugar y de tiempo. Esa quizás sea la clave de una tortura: tiempo fuera de tiempo. Y esta ciudad es un poco como esa rara belleza que se sabe bella, violenta, pasional. Esperpéntica muchos días, sofisticada muchas noches, quieta y casi suave en las horas en que amanece. Un amor tortuoso del que quieres salir corriendo pero que al final te seduce de nuevo y al que vuelves más tarde o más temprano.
Cuando estás lejos lo piensas mejor, te felicitas por el gran triunfo de haber escapado, pero más tarde, una madrugada, te despiertas y abres la ventana de tu habitación y oyes la voz de la ciudad indomable diciendo tu nombre de lejos. Y qué dolor terrible es entonces la distancia. Pensaba en eso hace unos días, desde la azotea de un edificio de la calle Guipuzcoa esquina con Oviedo, en la ciudad de México.
Era de noche, la vista no parecía particularmente atractiva desde ahi, pero después de estar un buen rato podía mirar la ciudad de una forma distinta, era más algo que percibía de manera intuitiva que lo que podía "mirar" de verdad; podía escuchar la voz de la ciudad llena de susurros de autos, sirenas a lo lejos, voces charlando, algunas risas y la música de algunas ventanas no hacía un escándalo sino una atmósfera que casi tenía un color, o eso pensé en ese momento, lo imaginé violeta, un ruido violeta.
Esta ciudad tiene su sistema de anzuelos infalibles, no voy a contar "todo lo que una gran ciudad ofrece", nada de medios de transporte, de comunicación, nada de consumo, nada de espectáculos, ofertas; nada de eso. Esta ciudad tiene un tipo de personas anzuelos que no son nunca sus ciudadanos típicos sino siempre una excepción; puede ser que sean personas de una naturaleza común pero tan disímiles entre ellos, tan únicos. Lo llenan todo con su manera de mirar, con sus charlas inagotables, con sus gestos breves, su prisa y su cautela, que uno lo sabe y sin resistencia acepta el bocado que te ofrecen, muerdes el anzuelo y sonríes con complacencia, incluso cuando sientes entrar en tu paladar el filo que te ata.
sábado, 4 de abril de 2009
Estado de excepción
Vino a ser un lugar para el mundo
Parque Juárez, con sus esculturas temporales
su humedad, boleros, centro cultural, cafetería
y hoy, mi recuerdo de gentes.
Qué gente tan hermosa aquella.
Don Benito Juárez
presidente de la República, masón, liberal, indígena, ilustrado
Todo eso para mi tan español por simple
eran cosas que no tenían la menor importancia
Después una frase al caer la tarde
Vámonos amor que no me gusta estar a estas horas en la calle
En el parque otros viven sin mí
aman, deshacen, sueñan,
su presente está servido en silencio
como una ráfaga de aire frío que los conmueve
Vámonos amor que no me gusta estar a estas horas en la calle
Roberto Gutiérrez Currás
Xalapa
IV
Aquí la gente es tan etérea que no
conoce precisiones;
nos vemos a las 4:00 significa
vernos siempre con los ojos
de las 4:00, sentarse luego a conversar de todas
esas cosas que con habitual
demora suelen siempre estar presentes a las 4:00.
Nos vemos a las 4:00 son
palabras que se dicen
a una nube, a un gesto conocido
o a la pura claridad de acerca con
su luz una pregunta,
sin que límite o azar se crucen al decirlas.
Nos vemos a las 4:00 con extraño
súbito sugiere saberlo todo y decirlo
siempre todo con una frase sola, que nadie encuentra
y que está siempre dormida en el camastro de una charla,
amigable o pálida, como un clavel
en el ojal de aquella ropa que el improviso nos entrega.
Alejandro Higashi
A Xalapa
ENTRES SOLES GRISES
voy adhiriendo mis pasos
a esta gastada ciudad
La lluvia alacia los recuerdos
Cuesta mantener el olor a casa
Hay un llanto de niña
sentado en mi espalda
No hay flores que alumbren
en ese desandar
de niebla.
Marisol Robles
jueves, 26 de marzo de 2009
38/41
Las mujeres con pies grandes tienen más mundo en las plantas y suficiente aire bajo los arcos. Son más sonoros sus pasos, más tectónicos; tienen más balance, quiebre de palmera, cintura flexible. Las mujeres con pies grandes están de lleno en las habitaciones, no andan nunca de puntillas: tienen metatarsos como dedos de las manos con los que se posan sobre el mundo.
No saben cocinar bien pero les salen muy buenas las sopas, los ritos de amor, las carreras. Cantan unas bien, otras mal, pero siguen bien el ritmo con los pies. Se deslizan mejor por los toboganes, ríen más a carcajada, les brilla más el pelo, les refulgen los ojos porque hacen tierra como los pararrayos en los campos. Tiene un imán de besos en el descanso de la nuca sólo por tener más mundo en las plantas y suficiente aire bajo los arcos.
sábado, 24 de enero de 2009
Danzón dedicado...

El techo de nuestra casa de Mina entonces tenía láminas de zinc, de un tipo muy grueso y antiguo que cuando llovía convertía nuestra casa en un instrumento de percusión gigante. Mi papá no quiso nunca "echar techo de material" como se decía entonces, ni cuando la situación económica era cómoda y holgada; no quiso porque le gustaba el sonido de la lluvia, dijo, y yo creo que en realidad era porque le gustan las marimbas y eso era nuestra casa, una marimba.
No sé qué tenga que ver el arroz con leche, la lluvia y las marimbas, pero esta tarde amenazaba lluvia, me preparé mi arroz con leche y me fui un ratote al balcón a tomármelo despacio mientras veía de lejos el horizonte mediterráneo con su gris de mar y su gris de cielo.
Algunos días cuando me pongo en este plan de añoranza necia no hay poder que me saque de ahi, así que encendí la compu y puse una estación de radio de Veracruz donde contaban el último parte de la agenda del gobernador del estado y en eso "se arranca" una marimba: el danzón Nereidas. Me reí y, ya resignada a aguantar vara, tomé un suspiro y la primera cucharada. Al final no llovió en Marbella, pero se me llenaron los ojos de agüita pensando en los días en que las láminas de zinc tocaban uns especie de música concreta cuyo código y lectura era mío y de nadie más.
Foto: Enrique Castro
martes, 23 de diciembre de 2008
El sobre rojo
Así que me levanto, voy a buscar la pinche bolsita de papel con el pin dentro, me abro paso entre la ropa de invierno y al final de los finales está ese abrigo que no me pongo nunca porque me cae mal, busco entre sus bolsillo y efectivamente, ahí está la bolsita de papel con el diseño ese tan bonito, miro dentro y está vacío, completamente vacío.
Entonces, ¿al final sí lo guardé o no lo guardé?, me lleva…, me lleva…x, ¿¡dónde fregados puede estar el $%&/=? el PIN de los… ?! Estoy que me lleva Pifas, pero respiro hondo, profundo, hondo. Trato de concentrarme y las imágenes ahora sí que son un verdadero desgarriate: yo guardando el PIN, yo tirándolo a la basura, enviándolo por paquetería en un sobre equivocado a mi jefe en Madrid, cocinándolo por error dentro de un pastel; veo a Roberto pegando la tarjeta del PIN en un cuadro justo por el lado de los numeritos, veo al PIN con un par de pequeñísimas alas doradas en el borde del balcón, justo en el momento en el que me avalanzo sobre él emprende el vuelo y se aleja sobre la línea del mar hasta que no veo más que un puntito rojo y oro, perdido para siempre.
Ante tal incertidumbre tomo una decisión: no pararé hasta dar con el dichoso PIN, así tenga que poner la casa boca arriba, quitar los cojines de sus fundas o descongelar el refri. Y en eso estoy, revisando todos los bolsillos de toda mi ropa, cajón por cajón, las páginas de cada libro en el estudio, y de pronto, de un libro, que no tendría ni porqué mirar dentro, cae un sobre rojo precioso sobre el piso, y no tengo ni qué mirar dentro para reconocer el sello inconfundible de su gusto: ese sobre contiene sin duda una carta de Claudia, atrás se queda el asunto tonto del famoso PIN, el reproche (muy justo) del cartero a quien encomendaron la entrega y lo olvidó (o sea, mi papá), y todo el berrinche que tenía antes de encontrarme con una letra que reconozco perfectamente, la hoja amarilla a rayas de una libreta familiar, y las palabras cariñosas de mi querida querida Claudia y su forma particular de dibujar las aes en posición final, lo respingonas de sus des, lo simpático de sus oes, sus comitas veloces. Me ha hecho tan feliz encontrar la cartita de Clau, se me iluminó el rostro, me emocioné y fui feliz.
Martha
Pd. Por cierto, el famoso pin apareció fácilmente, ya ni me acuerdo dónde, pero la verdad eso es lo que tiene menos importancia.
sábado, 20 de diciembre de 2008
Árbol de Navidad

Foto: Federico Hamilton
domingo, 16 de noviembre de 2008
El gesto oriental
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sábado, 8 de noviembre de 2008
La habitación de la memoria
Abril de 2007, Calle Moctezuma casi esquina Xalapeños Ilustres, Xalapa, Veracruz.
I
Por principio, paso esta noche en casa de Claudia La Rata, Electra, Lisistratita, uno de mis amores más tremendos de la vida. Es bonito decir algo así sin más preámbulo y sin cuidado de que se malinterprete. Estoy en su estudio, un lugar que me es tan familiar y tan placentero que tiene el poder de soltar mi imaginación. Antes de que el bebé de Claudia, Julián, siquiera anunciara que llegaría al mundo, y antes de que Roberto “naciera” en mi realidad, pasé muchas noches en este estudio, que yo llamé mi cuartito; en realidad mi cuartito cumple varias funciones aparte de ser mi refugio, un lugar que me abraza. Es la biblioteca de Roberto (Benítez) y Claudia, supongo que con los años será el cuarto de Julián, ahora es vestidor de Claudia, cuarto con mesa de trabajo, planchador y archivo.
II
Aquí, en mi cuartito de la casa de Claudia me sucede algo que sucedía antes en la calle Sonora: imagino cosas, recuerdo aromas y reconozco rostros que había olvidado. No sé por qué sucede, pero esta vez decidí no ponerle freno y tomar con calma ese dictado. Ahora, por ejemplo, recordé un cuento que escribí hace mucho, un inicio de cuento porque tengo una especie de maldición que me impide terminar un texto, me atoro, ya no sé qué más decir, enmudezco y se me pone la mente en blanco o se me llena de ruido de todas las cosas y me bloqueo.
Matías, alquimista y envenenador
a la siete de la noche se convierte en gavilán
a las seis de la mañana se devora un gorrión
a las nueve se levanta de su casa de algodón
con plumas y huesitos que le pican la garganta
Matías, Matías, cuando mueras algún día,
¿quién querrá tu alma?
Son frases obscuras, como de ronda de niños demoníacos o fantasmales. Luego, junto a ese personaje vino el “recuerdo” de algo que no sucede aún, pensé en el día que por fin venda la casa de Mina, mi casa de infancia, no sé qué pasará dentro de mí ese día; muchas veces siento que tengo la memoria perdida o completamente contaminada de historias, de rasgos falsos de las personas de mi niñez, que estoy confundida sobre el color de ojos de mi abuela o su voz (casi no recuerdo su voz y me duele tanto sentir cómo se diluye ese recuerdo), que no soy capaz de recrear un evento real pero sí contar con detalles momentos que nunca sucedieron.
III
Todas esas cosas están ahora en mi imaginación, incluso el ambiente de la novela de Laura Restrepo que leo ahora, incluso escenas de taxis en una película de Jarsmush o pequeños recuadros, fotografías. Bendita sea, es la forma en que construyo la vida, la forma en que puedo poner los eventos en el pasado y en orden más o menos cronológico, de otra forma no sería posible.
viernes, 17 de octubre de 2008
La cuna y la ventana

Xalapa, Ver., 11 de marzo de 2001
domingo, 12 de octubre de 2008
Había una vía

A Claudia Electra Domínguez
En una ciudad llamada Mina, érase una vía del tren, érase un ferrocarril pasando con su estruendo. Uno frente a otro, dos padres tomaban las manos pequeñas de sus hijas mientras soportaban que terminara el desfile de hierro. Frente a los ojos de los padres se suceden distintas y una misma superficie oxidada. Frente a los ojos de las hijas una película continua de todas las panzas de los vagones del tren, y detrás, como un espejo, piernas largas y un par de zapatos de hombre junto a unos zapatitos blancos y tobilleras azules calzando las piernas nerviosas de otra niña. Ellas quisieron asomarse bajo las panzas para mirarse los rostros, agitaban los pies, miraban con asombro que respondía la otra en la misma forma. Se retuercen de las manos de sus padres, quisieran liberarse, saludarse, reconocerse. El tren hace un desfile que no tiene fin, desesperan los padres. Uno de ellos pierde la paciencia, camina en sentido contrario al tren, le irrita perder el tiempo. El otro toma su sentido, detesta esperar.
Los padres no se adivinaron siquiera, las niñas no se miraron los rostros. Caminan remolcadas por sus ellos, giran la cabeza, estiran sus cuellitos, tienen la esperanza de verse en una de esas. El tren sigue pasando con su estruendo, su procesión eterna. Se han dado la espalda por fin, pero si caminan ambas por el mundo entero manteniendo el sentido que llevan, algún día darán una frente a la otra. Cuando se encuentren habrán de preguntarse: ¿Cómo te fue?
viernes, 10 de octubre de 2008
Papel tapiz





lunes, 6 de octubre de 2008
A propósito de espíritus...
Juchitán, Oaxaca, 24 de mayo de 2000.
domingo, 28 de septiembre de 2008
Dos veces yo
Yo en cambio, formo parte de los que viven escindidos con una identidad doble. Alguna vez tuve la fortuna de ser una misma, hasta que tuve siete años; después todo cambió.
viernes, 26 de septiembre de 2008
La ciudad del polvo

Ésta es mi muestra, no de las cosas como pasaron, no como son, sino de las cosas por sí mismas, no de los eventos sino de las risas o de los llantos; ésta es mi muestra de la tribu a la que pertenezco sin haberlo pedido, primero por el azar simple de la concepción y después con los años, por los rituales en los que me hice de ellos y los hice míos a un tiempo. Por esta especie de gran móvil suspendido manteniendo un equilibrio de muchas piezas diversas, de volúmenes y texturas distintas todas, pero unidas a nuestra manera, y también a nuestra manera con distancias insuperables.
Yo soy una, me muevo en una ciudad lejos del resto, con un ritmo que es otro también, pero no tengo forma ni voluntad de deshacerme de ese eje. Las razones para querer a los de la sangre no están en mi adn ni porque representen una fuente inagotable de explotación literaria (o quizás) sino en las voces de cada uno, en la complicidad, en lo mágico y lo terrible, mis razones para amarles a cada uno de maneras distintas esta justamente en lo que trataré de narrar.
Uno a uno, en desorden, todos. Y todo empezó, al menos en mi línea materna, en un ciudad que antes fue villa y antes no sé, lo mismo ha sido un pueblo, que un desierto, pero antes y después ha sido un imperio: Juchitán, Oaxaca, la ciudad del polvo.
Foto: Nuestra Señora de las Iguanas, Graciela Iturbide. Juchitan, Oaxaca. México, 1980