viernes, 10 de octubre de 2008

Papel tapiz

Para Lorena Ruiz, so far away, so close.

Miente quien diga que no guarda en la memoria un cariño por alguna habitación de la infancia. Quizás la habitación de la abuela, el de nuestros padres o la sala de algún tío, incluso el consultorio del pediatra o el comedor de una vecina. Y si ya estamos de nuevo en aquella habitación, díganme, ¿de casualidad no tiene papel tapiz en las paredes? Puede que sí. Hace unos días Lorena me contaba que su casa estaba en plena reforma: cambiaban el papel tapiz de las habitaciones. Lorena vive en Suecia, y hasta ese día supe que es la norma, que ahí lo que se lleva desde siempre ha sido el papel tapiz. «Ni los suecos saben por qué» (Lorena dixit). Así que aquella charla me devolvió al papel tapiz de mi casa en Mina cuando yo era niña (y por supuesto, era el inicio de lo ochenta).

Sé lo disparatado que puede sonar lo que diré: una casa en Mina en medio del calor tropical, con índice de humedad del 89% la mayoría del año, a unos pasos de una refinería petrolera (con todas su implicaciones), y en una calle que no vi pavimentada hasta inicados los noventa. Ahí vivía yo con mis padres, el sala, el comedor y una de las habitaciones tuvo durante años un papel tapiz entre verde/beige con cierto diseño victoriano/rococó que hacía un equilibrio forzoso con el mobiliario de recién casados de mis padres, al más puro diseño setentero, tenía un piso de cemento rosa sobre el que yo dormía la siesta sin mediar mantitas de por medio; teníamos también una radio consola con muchos botones dorados y fue durante muchos años la joya de la corona.

Recuerdo una ocasión en la que renovamos parte del tapizado y fue divertidísimo el primer día, sobre todo descubrir cómo se elaboraba ese cola transparente para pegar el papel, mi papá y yo fuimos a una tienda por los materiales, pasamos horas para decidirnos por un decorado que no fuera un disparate con el anterior, cuando llegamos a casa vimos que un disparate no era, en el sentido estricto de la palabra, pero… bueno, en fin.


Al final todo quedó perfecto, me divertí mucho, con las sobras de la cola transparente hicimos papel maché, empapelé un cajón de madera, las paredes de la casa de la Barbie, y la fachada de la casa de mi perro, pero no le hizo gracia. Con los años a nosotros también dejó de hacernos gracia y lo quitamos (ni pregunten), la moda se llevó aquello, y trajo las paredes con tirol, el esgrafiado, estilo liso, líneas, con cenefas, sin cenefas, deslavado y qué se yo. Aquel papel tapiz, el de la segunda empapelada (quizás antes hubo otro tipo pero yo, o no había nacido o no me da la memoria para tanto); decía, ese papel tapiz y yo nos volvimos a encontrar de nuevo muchos años después, cuando estaba en la universidad. En una ocasión en casa de Rebeca Martínez, quizás la primera vez que estuve ahí, vimos películas, oímos música en su habitación y cuando pregunté por el cuarto de baño me topé con él de golpe. La puerta del cuarto de sus padres estaba abierta y ahí estaba mi querido y olvidado papel tapiz, le pedí permiso a Rebeca para entrar un momento y de verdad mientiría si les dijera que algo no se me encogió por dentro. Me dio un vuelco en el estómago y ahora mismo que lo cuento siento cierta nostalgia de aquella vida tan disparatada, tan calurosa, con todas esas texturas incombinables, del olor del pegamento, el dibujo del diseño, y todavía más: me acuerdo de la ropa que traía puesta mi padre el día que pusimos el tapiz, de mi perro, de todo.

Quizás no venga a cuento enumerar los objetos a detalle, pero lo que quiero decir es que ese día en casa de Rebeca me acerqué al tapiz y puse encima la mano, me acerqué más para observar de cerca un recuerdo que de otra forma no habría podido contemplar. Y era como si desde esos pocos centímetros de la pared el mundo completo apareciera, del tapiz pasé a los muebles, el techo de zinc, las vigas negras, el suelo rosa, los objetos, la casa, los árboles, el camino hacia la escuela, mi banca, los útiles escolares, hasta que me fue posible mirar mis propias manos pequeñas manipulando una casa en miniatura donde tampoco combinaba el tocador de la barbie casada con un oso de peluche.

7 comentarios:

Unknown dijo...

Posss eso digo yo… te acuerdas de mi proyecto de la clase de seminario de tesis?

Aquel que casi escribiste tu? De las fotografías de detalles de papel tapiz y todo el choro de la memoria y el recuerdo…o de la evocación del recuerdo.

Saludos
Luisa.

Marudemarbella dijo...

Que bonito lo has descrito,he recordado todos los papeles que habían en mi casa en esa época, y a dos pintores que llamábamos de guasa los hermanos Calatrava, por los humoristas de moda entonces.
El dia que mi padre los contrató creo se estrenaron en el tema de poner papel, ¡menuda liaron!, yo me divertí de lo lindo viendo como intentaban casar el dibujo enorme verde y negro de la cenefa, que no había manera, y desperdiciaron cantidades enormes de papel.
¡que tiempos!
Un beso
Maru

Lorena dijo...

Hola Martha, muy buen post!,
Es chistoso porque yo al revés, cuando viví en México nunca tuvimos papel tapiz en casa, se me hacia un artículo de lujo y ni pensar que mi papá fuera a hacerlo con sus propias manos, siempre en su mundo, ocupado con su música, ni hablar...Sin embargo ahora he tenido todo el tapiz que jamás en mi vida tuve jajajaja...nunca lo habia refleccionado como tu, que es algo que pertenece al pasado...es verdad, pero aqui para los suecos es muy fashion jajajaja...no lo sé a ellos les encanta, no ven motivos del por qué se deberia de retirar del mercado, jeje, dicen que poner un tapiz conlleva mayor arte y trabajo que solo pintar las paredes...cuestión de enfoque y de cultura, yo creo.Nosotros hemos cambiado los tapices del depa, aunque estaban mas o menos en buenas condiciones, me daba la sensación como que ya estaban muy usados y grises, que habian perdido el esplendor de sus primeros dias ;-), ahora hemos forrado el depa de blanco, excepto dos habitaciones, el resto son colores entre blanco y beige (o mármol como diria mi mamá), y yo creo que decidimos bien, aunque los colores chillantes siempre me han llamado la atención, pero Suecia es muy gris durante gran parte del anio asi que es bueno que al llegar a casa al menos haya un ambiente con luz. Bueno, ya me alargué en este comentario...Gracias por compartir tus memorias... son muy lindas ;-)
Un abrazo

Unknown dijo...

Queridísima mujeres, muchas gracias por dejar aquí sus comentarios. Son las primerísimas en hacerlo. Les agradezco mucho que se hayan tomado la molestia en hacerlo. ¡Me emociono! De paso aprovecho para presentarlas, Luisa es una amiga querida de Xalapa, aunque vive en el puerto de Veracruz, es una fotógrafa excelente (pero no se lo cree), Maru es una artista de Marbella, es grabadora y pintora, tiene un sentido del humor como ninguna y su obra gráfica me gusta muchísimo. Y Lorena vive en Suecia, es un poco la culpable sonsacadora que me animó a hacer mi propio blog, y se lo agradezco. A todos aquellos que sé que pasan por aquí pero se animan poco a dejar sus comentarios, gracias por leerme.

Marudemarbella dijo...

Encantada de conocer a tus amigas y me alegro que Lorena te haya convencido de abrir esta ventanita al mundo, porque tus post son cálidos y me encantan.
He puesto en mi blog un enlace del tuyo con la imagen de los zapatos, para invitar a todos a visitarte.

besos a las tres.

Maru

Lorena dijo...

Martha, pues me dá gusto de haber sido la promotora ;-), mucho gusto de conocerte a ti y a tus amigas aunque sea por este medio, tal vez algún dia sea posible en la vida real...
un besote para todas!

Anónimo dijo...

Hola MAOH! .- Automáticamente empecé a rastrear mi memoria en busca de papel tapiz. Me acuerdo especialmente de uno en casa de mis abuelos. Era con puros sombreritos y sombrillitas clásicas
de esos de caballero y dama, de esos de puertas de baño. Corrían los 80s. Murió en los 90s. No pudo contra el mini split. Lo tiraron junto con la basura semanal. :)